Nada más salir del Hospital Insular de Las Palmas, Carmelo acompañó a Sara la estación de guaguas de San Telmo donde se separaron. Élla tenía que hacer cosas y él tenía que ir a sú Neurólogo privado, el cual llevaba sú historial médico. Él sabía que estaba en buen estado, pero quería estar seguro ahora que seguramente iba a ser papá.
Sobre las diez y media de la mañana. Cuando terminaron de hacerle todas las pruebas llamó a sú hermano, el cual se desplazó hasta la calle de Tomás Miller para recogerlo. Aridane lo esperó sentado en el capó de sú coche escribiendo un mensaje desde sú teléfono móvil. El cielo estaba descapotado y hacía un calor que rajaba las piedras. Estaba preparado para estar fresquito y la verdad que las bermudas que tenía puestas le venían que ni pintadas. El calor en la Calle de Tomás Morales subía por instantes a pesar de que una ligera brisa de aire fresco lo enfriaba. Los pies los tenía apoyados sobre las sandalias de playa estirándose para coger un poco de color porque la verdad es que los tenía blancos de llevar siempre los zapatos. También llevaba una camisa de manga hueca negra que lo estaba asando y de sus axilas peludas fluían gotas de sudor.
De buenas a primeras bajó de la consulta del neurólogo sú hermano pequeño con las radiografías que le habían hecho la noche anterior. Vestía un pantalón vaquero, una blusa de manga corta de licra ajustada al cuerpo y unos botines deportivos. Tenía el pelo negro un poquito más largo ondulado que el de sú hermano mayor. Cejas largas y finas negras. Los ojos marrones más triangulados de mirada risueña. Con una leve sonrisa al ver a sú hermano mayor esperándolo.
Estaba realmente feliz, Aridane lo notó en la mirada de sú hermano pequeño. Pensó que era debido a que el Neurólogo le había dado buenas noticias. Pero no podía fiarse demasiado porque Carmelo sabía actuar de tal manera que nadie lo mirara con lástima.
-Hola -saludó Carmelo.
Aridane guardó el teléfono móvil en el bolsillo trasero de las bermudas con decoraciones florales.
-¿Qué fue hermanito? -dijo despeinándolo-. ¿Dónde dejaste el peine?
-He tenido bastantes emociones fuertes como para preocuparme de mi imagen -respondió Carmelo.
-Yo por lo menos no tengo novia -replicó Aridane.
- ¡Me encanta Sara! -suspiró-, hoy comenzamos a buscar al niño. Follamos como locos en el baño de la habitación del hospital
-¡Estás loco! -inquirió sú hermano mayor.
-¿Qué te molesta tanto de Sara?
-A mi nada -contestó Aridane estirándose mientras bostezaba.
No había dormido la noche anterior, lo intentó pero la silla era súper incómoda y no podía estirar los pies. Le impedía coger el sueño la máquina de la respiración asistida del paciente ingresado en la cama colindante a la de sú hermano pequeño. Él sí que durmió como un lirón, seguramente que acostumbrado después del medio año que pasó ingresado debido al tumor cerebral.
-¿Entonces?
-Pues, ¿tú qué crees? -Explicó Aridane como la veía desde sú punto de vista-. Es que llevas poco tiempo con ella, hiciste hasta lo imposible para sacarla de ese orfanato, te la llevas a vivir contigo y ahora la dejas preñada. ¿te parece poco? Lo siento por decirte esto, pero es un poco ligerilla.
Notó que había hablado más de la cuenta y no quería discutir con sú hermano pequeño. Ya había pasado lo suyo y si era feliz con ella no era nadie para opinar. Por eso añadió:
-¿Nos vamos?
-¿No quieres saber que me dijo el neurólogo? -dijo Carmelo cambiando el tema de conversación.
-¿Qué te dijo?
-Nada, lo mismo se siempre… -respiró hondo-, dice que me quedan meses de vida.
Desde hacía unos días se sentía muy bien y tenía entendido que antes de fallecer el enfermo nota una mejoría. No era sú caso. Lo esperaba porque ahora quería vivir al máximo aunque fuera lo suficiente para hacer realidad el sueño de ser padre. Era lo que le daba una nueva razón de vida.
-Pero te sientes bien, ¿no, hermano?
-Sé que un día me iré, pero no por ahora…
-Pero todavía nos queda encontrar la razón de los asesinatos y todas esas desapariciones sin más.
-Creo que lo sé… - Carmelo quedó a medias pensativo-.
Los dos hermanos se miraron.
-Oye… -musitó Camelo-. Cuando pase lo que tenga que pasar y yo no esté espero que cuides de Sara.
-Tranquilo, Carmelo, no seas pesimista -dijo Aridane con un nudo en la garganta-. Te queda mucha lucha que dar todavía.
-Sabes que puede pasar y tienes que estar preparado -advirtió Carmelo.
Los dos hermanos subieron en el coche de Aridane, un Subaru Impreza de color azul metálico medio tuneado. Encendió la radio antes de encender el contacto. Revisó que el retrovisor interior estuviera centrado y se puso el cinturón de seguridad. Sú hermano pequeño ya lo tenía puesto.
-Con ustedes Marcos Martín, de Radio actualidad, donde damos las noticias sucedidas en las siete islas Canarias- Interrumpimos vuestra música favorita para hablar sobre el intento de asesinato de un agente de la policía nacional ayer en el interior del parking de San Telmo…
Carmelo apagó la radio, no quería recordar lo sucedido el día anterior y no le convenía que Aridane le hiciera más preguntas.
-¿Recuerdas a los cabrones que te atacaron? -preguntó Aridane.
-No les ví los rostros -respondió Carmelo.
A Aridane le extrañaba que lo atacaran con los rostros tapados con máscaras simbológicas y que atentarán contra sú vida.
-Recuerdo que dijeron algo sobre siniestro…
-¿Crees qué son sus matones? -preguntó Aridane.
-Me imagino que sí -Contestó Carmelo sacando el brazo izquierdo por fuera de la ventana del coche tras ponerse las gafas de sol.
Tras unos minutos Aridane se puso en la autopista y rápidamente llegaron a la zona de Santa Catalina. Los transeúntes , moros, chinos, Coreanos, Rusos y suramericanos se habían adueñado de las calles y negocios. Ya no se conformaban con montar tiendas de todo tipo de artículos y locutorios. Sino que ahora se atrevían con restaurantes y tiendas de ropa. Pero la mayoría cutres.
Aridane condujo hasta el parking de la calle Tomás Miller conocida porque antiguamente estuvo la discoteca Estrada ya que buscar un aparcamiento a esas horas en la calle era un imposible en Las Palmas capital. Salieron del coche solamente cogiendo las toallas echándoselas al hombro como si fueran perchas.
El teléfono estaba conectado a una red especial de la policía y era un nueve dos ocho, como un número fijo y podía llamar a cualquier persona. Lo mejor de sú trabajo como criminólogo era poder llamar y que la llamada las pagara el ayuntamiento. Le daba toques a Sara para que supiera que la echaba de menos. Seguramente estaba entretenida porque no le hacía ninguna señal.
Se dirigieron a pie hasta el paseo marítimo de Las Canteras que era larga, lo primero que encontraron fue una plazoleta a pie de playa. El paseo estaba lleno de hoteles, apartamentos, bares, restaurantes y terrazas a medio llenar a causa de la crisis mundial. La cosa había bajado pero las personas seguían disfrutando del café, el refresco y los paseos para desconectar de la vida cotidiana.
Los dos hermanos se mezclaron entre los transeúntes, todo tipo de personas, Canarios y extranjeros haciéndose fotos para el recordatorio de que habían estado en esa maravillosa ciudad. Por el resto del paseo de punta a punta podían encontrarse desde músicos hasta grandes monumentos de arena recubiertos de cal para que no sufrieran la erosión del viento que los destrozaría.
Se dirigieron a la puntilla, donde preferían situarse, la zona más tranquila y familiar.
Carmelo permaneció sentado en la arena mirando al horizonte y a los bañistas mientras hundía los dedos de sus pies en la arena. A los chicos que jugaban al fútbol, a las chicas que conversaban en grupo y a los viandantes paseando por la avenida marítima. Estaba sin blusa mostrando sus pectorales y su formado torso. Con el pantalón vaquero aun puesto y sin dejar de pensar en Sara.
Aridane salió del agua alegremente, cogiendo la cerveza fría que habían comprado en uno de los comercios de la Avenida marítima. Estaba sediento a causa del agua salada y le gustaba el sabor de la cebada con el sabor salado de sus labios todavía húmedos. Le recordaba el sabor de las pastillas de goma saladas.
-¿Qué piensas? -preguntó Aridane esperando a cercarse de cuclillas a la derecha de sú hermano.
-En como será el más allá…
-Coño, Carmelo, pregúntale a tú novia.
-Solo ve espíritus.
Aridane se sentó sobre sú propia toalla.
-Coño, tío… -miró a sú hermano pequeño e inquirió-, ¿no dice que se van? ¿Y no ve más allá del túnel?
-Élla ve como se van, pero no logra ver el otro lado.
Aridane respiró hondo:
-¡Vaya mierda entonces!
-Dice que cuando se acercan a la luz son felices y se reúnen con sus seres queridos que vienen a recogerlos.
-¡Qué chungo tiene que ser eso!
-Tranquilo, yo lo descubriré primero que tú seguramente. -Carmelo Se sonrió-. Le dije a Sara que cuando muera intentaré darle una señal de que soy feliz.
-Deja de pensar en esas cosas…
A Aridane le molestaba bastante que sú hermano hablara de la muerte y de cuando le tocara acabar sus días.
-Quiero prepararme y creo que ya lo estoy. No tengo miedo a la muerte.
-¡Deja de decir gilipolleces! -Inquirió Aridane-, ¿Piensas así sabiendo que vas a ser padre?
-¡Claro que sí hermano! -dijo Carmelo-, finalmente voy a ser padre antes que tú con lo putañero que eres.
-¿Y por qué no piensas de otra manera ahora? -dijo mientras se prendía un cigarro rubio-. ¿Cómo lograste convencerla para que tengan un hijo?
-No quería que se quedara embarazada tan pronto -confesó Carmelo bajando la mirada.
-¡No estás preparado para ser padre, entonces! -Inquirió Aridane-. ¿Si no querías porqué lo hicieron?
-Al principio me daba cosa tener un hijo simplemente para amarrarla a mi -dijo Carmelo mirando a la barra natural que mantenía la marea en calma-, la verdad es que es una locura haberla dejado embarazada ahora que tan solo llevamos tres meses juntos, pero es que me gusta y me apetecía el fleje.
-Porque yo no tengo piba, porque si no tendría hijos fijo -Confesó Aridane-. La verdad que yo estaría igual que tú porque Sara está de puta madre.
-¿No decías que no era tú tipo?
-Y no lo es, pero está buena.
-Te confieso que jamás y nunca me la había follado con esa intensión -le confesó a sú hermano mayor.
La playa estaba más llena de lo que parecía a simple vista.
-Y dime ¿Está bien eso de tener una novia vidente? -preguntó Aridane en tono morbosillo y burlón.
-¡No es vidente, bruto! Se le dice espiritista.
-Eso médium.
-¡No! -chilló Carmelo en tono alegre-. No te enteras, los Médiums entran en contacto con los espíritus por medio de las OUIJAS y son poseídos por voluntad propia. En cambio los espiritistas como Sara ven y hablan con éllos cara a cara entablando una conversación como tú y yo.
Aridane no podía creer eso de que Sara fuera una espiritista de esas, pero era raro ver a sú hermano tan seguro. Si le hacía feliz creer en esas cosas pues él lo aceptaba.
By José Damián Suárez Martínez
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