Primero permitió que sú hermano Aridane echara de malas maneras a Sara y, ahora, era la primera cara que quería ver al despertar.
-Creo que me pasé con Sara -murmuró.
A través de la cortina pudo ver a una mujer atractiva mirándolo con recelo, le dio la impresión de que lo estaba vigilando lo que ellos hablaban sentada junto a la persona que acompañaba. Sería algún familiar.
Carmelo la miró.
-No soporto los hospitales. Seguramente, es porque me he pasado muchas horas metido aquí, ¿no?
La mujer se limitó a mirarlo sonriéndose con una expresión despiadada.
-¿Es un familiar? -preguntó-. Es bueno despertar y tener a la persona que nos importa al lado. Pero yo soy un idiota descuidado, porque permití que mi hermano echara a la mujer que amo y no tuve el valor de pedirle que se quedara a mi lado… No sé porque soy tan gilipollas. Voy a tener que pedirle perdón. No puedo despertar sin tenerla a mi lado como estos tres meses.
Para no parecer un inútil, se levantó poniéndose en pie, buscó las zapatillas que le había traído sú hermano mayor. Se estaba meando y se dirigió al cuarto de baño para lavarse la cara. Puso la mano en el tirador de la puerta y apareció Sara abriendo la puerta que daba al pasillo bullicioso del hospital Insular. Estaba demasiado arreglada, con el vestidito corto amarillo que tanto lo excitaba, los zapatos de tacón a juego y el cabello con espuma del aroma a frutas que tanto le agradaba. Con ella traía un bolso seguramente con ropa limpia para cambiarse, la verdad es que ella siempre era previsora y él tenía ganas de ponerse ropa limpia, no aquel pijama azul de cien por cien algodón a juego con las zapatillas de tela.
-Carmelo, esperaba encontrarte dormido.
-Para nada -dijo con una sonrisa de cara iluminada de la alegría.
Sara se sonrió y se saludaron con un beso en los labios.
-Entonces , es que yo, soy la que llega tarde cómo siempre. te traje algo de ropa por si quieres cambiarte y… -se interrumpió al ver a aquella mujer de mirada siniestra que asomó la cabeza a la esquina de la pared para observarla-. ¿Quién es esa mujer?
-No tengo ni idea -le aclaró-. Estaba ahí cuando desperté, seguramente es familiar o algo de mi compañero de habitación. En cuanto a lo que pasó anoche… yo… Es que mi hermano se pone a la defensiva cuando sabe que yo puedo volver a sufrir un ataque debido al tumor que tengo como un parásito en mi cerebro. No se separó en toda la noche de mi lado y ya por la mañana le dije que se fuera a descasar. Pero tan cabezudo es que se fue a trabajar -Explicó- Está obsesionado con encontrar a los tíos que me atacaron y pusieron el explosivo en el coche.
Se detuvo al darse cuenta de que estaba hablando más de la cuenta y siempre fue poco hablador, prefería escuchar a los demás. Por eso se metió en la policía tras pasar los dos años de especialización en la península. No se había esforzado tan duro para nada, por eso entendía que sú hermano Aridane se involucrara tanto en el caso.
Carmelo jamás y nunca le había dado tantas vueltas a las cosas… excepto, evidentemente, desde que empezó sú relación con Sara Mcnamara..
¿Sería porque ella se convertiría en la madre de sus hijos a sabiendas de que podrían heredar su tumor cerebral?
-¿Quiéres saber la verdad de todo lo que pasó ayer?
¿Lo que pasó ayer? ¿De qué verdad hablaba sú novia? Habían tantas incoherencias en sú historial familiar, que era lo que tanto llamaba sú atención. Padres fallecidos en un accidente de coche, hermanos que la abandonaron en un orfanato para después darse a la fuga, desapareciendo.
-En mi vida hay cosas que no tienen mucha explicación…
-¡Ah, sí, dímelo a mí! -pensó Carmelo.
Sintió una gran curiosidad. Claro, sí, ella seguro que sabía más de lo que decía acerca del asesinato de sus padres.
-Si quieres, me pego una ducha rápida, estoy sudando como un perro -comentó Carmelo.
-¿No quieres saberlo? -preguntó sorprendida.
Sú conocimiento sobre ella, le gustaba que estuviera encima y le hiciera preguntas pesadas.
-Claro que quiero -contestó él-. Prefiero darme una ducha y, así, me puedo quitar este pijama horroroso. He pasado una mala noche. La verdad es que, si hubieras estado a mi lado y te hubiera visto nada más abrir los ojos como en casa cada mañana sería diferente porque te necesito.
¿Siempre tan bueno y cariñoso? Sara no lo dudaba, la sensación de felicidad que la invadió al oír sus palabras lograron ponerla cachondona. Más cachonda que la primera vez que se entregó a él.
Sara se dirigió a la cama de Carmelo observando a la mujer que la había mirado, estaba con un hombre conectado a un par de máquinas y una de ellas era la de respiración asistida. Y la saludó.
-Hola… -saludó Sara con una expresión de lástima.
Se entretuvo sacando las piezas de ropa de la maleta mientras Carmelo estaba en el baño. Miró a través del ventanal, era una puerta con cristaleras. Era fácil de abrir si se metía una tijera en el cuadrado de la cerradura arrancada. Pensó en lo mal que tuvo que pasarlo el pobre cuando se pasó tanto tiempo ingresado debatiéndose entre la vida y la muerte.
-Cuanto tuvo que sufrir… -respiró hondo-, El pobre…
Carmelo interrumpió sus pensamientos:
-¿Me vas a traer la ropa o no?
-Sí, claro -dijo Sara viéndolo asomando desde la puerta del baño-. Estaba esperando que me avisaras.
Élla se dirigió a la puerta dándole la ropa sin pasar.
-Si quieres, puedes pasar, nos damos un par de besitos y hablamos aquí mientras me ducho -dijo Carmelo sonriendo.
-¿Me estás buscando? -preguntó en tono coqueto y de sorpresa.
-¡No sabes cuanto! -Arguyó Carmelo atrayéndola de la cintura hacia el interior del cuarto de baño entre besos desenfrenados.
Sara cerró la puerta y continuaron besándose hasta que el trasero respingón de éste terminó chocando contra el lavamanos y se rieron.
-¿Qué te apetece hacer? -preguntó Carmelo-. Pide por esa boquita.
Vaya beso. Él tenía los labios humedecidos. Élla impregnado de pintalabios. No importaban más que el efecto desenfrenado de sus lenguas y el tacto de sus cuerpos.
-Tenemos que hablar -contestó ella poniéndose seria.
-¡Muy bien! -pensó para sí mismo dándose un canto en el pecho-. Te noto rara desde que pasó lo de ayer.-comentó-. ¿Qué te preocupa?
Le gustaba la mirada retante que ponía Carmelo cada vez que se cruzaba de brazos y respiraba hondo.
-Lo que soy -contestó.
Tres palabras como siempre. Está molesta. Carmelo se dijo que seguramente sú madre la había vuelto loca con sus manías de querer tener la casa llena de nietos. ¿Es qué no tenía suficiente con los hijos de sus hermanas, Jantima y Paula?
-Soy una bruja -dijo Sara.
Acto seguido, se viró para rebuscar dentro de la maleta donde había traído la ropa de éste.
¡Qué buena está!
Normal que se hubiera enamorado de una adolescente.
Carmelo intentó mantener la mente en blanco.
No era fácil porque estaba loco por sus caderas y sú cuerpecito delgaducho. Por no hablar de sú carácter y sú temperamento. Qué suerte. Carmelo estaba acostumbrado a mantener relaciones estables, pero desde la primera vez que la vio supo que quería casarse con ella.
-Perdona por no haberte contado toda la verdad, es que me daba miedo tú reacción y prefería contártelo yo a que lo descubrieras -se disculpó Sara mientras buscaba el arma que había sido heredado de sus antepasados.
Carmelo frunció el entrecejo, bajó la tapa de la vasija y se sentó encima. Esperó una explicación, pero se hacía una luz sobre la duda que tuvo desde un principio, seguro que le iba a confesar quien cometió el asesinato de sus padres.
-Aquí está -anunció Sara sacando una daga del interior de la maleta, lo tenía bien guardado-.
-¿Qué haces con eso? -preguntó Carmelo esperando la explicación con mayor interés.
Carmelo clavó sú atención en la daga de cristal. Como de resina con burbujas en sú interior. El intrincado objeto era una daga de mago.
La parte investigadora de él quería interrogarla, pero quería que ella le dijera todo lo que sabía por propia voluntad. Creía en el libre albedrío. Lo de que pensara que era una bruja le importaba una mierda. Ni siquiera que hiciera la tabla OUIJA con sus compañeras de orfanato.
Sara lo miró a los ojos a través de la famosa daga. Se sonrió sentándose sobre sus muslos.
-¿Has creído alguna vez en la magia?, que conste que yo no creía y mucho menos en que alguien tuviera un cometido ó destino predestinado -le dijo-. Veo espíritus, pero no estoy loca.
Carmelo no contestó, sabía que si lo hacía la iba a hacer sentir mal. Decidió entenderla, acariciarla y pensar que solo estaba intentando llamar sú atención. Talvez era la imaginación que le jugaba malas pasadas.
Ambos se miraron a los ojos en silencio. Un silencio casi corrosivo.
-¿Qué pensarías si te dijera qué los espíritus vienen a mi para que les ayude a avanzar? -inquirió Sara-.¡Sí, vienen a mi! La mayoría de las veces en sueños. Donde me muestran retazos de sus vidas, lo que les pasó o me dan explicaciones.
-No creo en esas cosas -contestó-. Casi me considero un Cristiano cabreado con lo divino.
-Bien, da igual -dijo Sara-. Eres Policía. No sé por qué no crees en la magia, pero existe. Están más que comprobados los hechos paranormales y casos imposibles de resolver. Las videntes, los Médiums , muchos son los que han colaborado con la policía y gracias a esas personas especialmente sensitivas han logrado cerrar muchos casos sin resolver. Mi padre era también sensible, tenía un don. Sé que no quieres ver las cosas o que intentas engañarte, pero todas las desapariciones están conectadas a la maldición de mi familia.
-¿Por qué piensas eso?
Tenía la verdad delante, pero no la quería ver. ¿Qué es lo que sabe? Realmente quería saber más de sú pasado trágico. Ahora tenía la oportunidad, Sara se estaba abriendo y estaba a punto de confesar todo lo que escondía muy dentro.
- ¿Por qué crees qué no nos dañó la explosión? -preguntó respondiéndole-. No tengo ese don hace mucho tiempo, solo sucede sin más. Si no lo hubieras visto no te diría nada, habría dicho que fue casualidad o un milagro. Sin embargo, ahora sabes lo que se oculta dentro de mi. Envolviéndome, haciendo mi carácter tan especial. Desde niña jugaba con los espíritus de niños y ahora en la adolescencia me piden cosas. Cuando empezó toda esta locura de los asesinatos solo pensé que debía ocultar lo que sabía. Solo sé que te amo por como eres. Por tú bondad, tú carácter y por lo bien que me tratas. No sé exactamente que es la historia que envuelve a mi familia, pero sé que el destino nos unió. Tal vez sea porque juntos tenemos un futuro.
Se mantuvo en silencio, mientras veía como él cogía la daga entre sus manos palpándola y observándola al detalle; de manera exhaustiva.
-¿Y bien? -preguntó-. ¿Por qué crees qué el destino te llevó a mi? ¿no son más que concluyentes los casos de fallecimientos sin explicación?
-Mi trabajo me hace pensar que no hay nada sobrenatural y los asesinatos son obra de humanos dementes -dijo Carmelo-. ¿Por qué crees en esas cosas?
-Lo siento… -musitó Sara avergonzadamente.
Carmelo hubiera deseado no ser tan coherente, pero había dejado la fantasía y sú imaginación al servicio de la ley, ya no pensaba como un niño. No tenía la capacidad de creer en historias fantásticas.
-La magia -dijo recordando la película de Harry Potter que fue a ver con sus sobrinos las navidades pasadas-. Mi mente ya no da para fantasear, ni siquiera imagino quitándote la ropa. A mi edad los tíos pasamos a la acción y punto. Para los niños de mi generación… nos conformábamos con leer comic´s de los X-men y los Power Ranger. Incluso Dragon Ball Z. Esos eran imaginativos, siempre quise ser un Power Ranger.
-¿Y crees qué eso es la magia verdadera?
-No -respondió empezando a excitarse de tenerla sentada encima-. No creo en la magia, no como puedas creer tú. Para mi la magia es obra del diablo. Dones así como tú los llamas es como si una persona fuera Dios. Pero creo que ayer en aquel parking cuando estábamos juntos pasó algo inexplicable, el que no lo sé. Pero sí, sé que esta historia entre los dos fue muy rápida y tal vez eres todavía un poco infantil. No me importa que creas en esas cosas, pero de creer a pensar que eres especial… eso sí que me preocupa. Las chicas como tú tienen que vivir la vida, pero en vez de querer divertirte como las otras eres rara y siempre te la pasas metida en la biblioteca y no quieres ir al instituto a estudiar. Prefieres ser una ama de casa.
Se interrumpió al darse cuenta de que a lo mejor eso era lo que quería ella, ser madre y quedarse en casa cuidando de sú familia.
-Perdón -dijo Carmelo-. ¿A qué viene todo esto?
Sara veía que sú novio no estaba por la labor de creer sú historia familiar.
-Lo cierto es que si tú crees en la magia yo creo en ti. Si eres espiritista me importa una mierda y si tienes poderes también. Pero para probarlo tienes que exhibirlos. No puedes decirlo sin demostrarlo. Eres mi novia y te quiero y quiero pasar el resto de mi vida a tú lado… -se entristeció-, …aunque no sea mucho lo que me quede. No quiero ser negativo, pero mi enfermedad es una realidad y no podemos obviarlo. Sé que siempre has querido tener hijos y yo me muero por tenerlos. Pero puedo aceptar que tengas miedo por si heredan el tumor que tengo alojado en mi cerebro. Un tumor que poco a poco me va deteriorando y provoca que mis músculos fallan cuando me estreso. Pero a lo que voy, si tus padre fallecieron a causa de algo tan inexplicable tiene que ser así como tú me lo digas. Desde siempre he sabido que tú sabías lo que ocurrió aunque no lo recuerdes muy bien. Lo más raro es que tus padres estuvieran metidos en el interior del coche mientras tus hermanos mayores y tú estuvieran tan alejados. Pero lo peor y lo que más me entristece es pensar que te abandonaron en ese orfanato y se marcharan sin dejar rastro. Lo único que se sabe de tú hermano Jerónimo es que viajó a Francia donde se les perdió el rastro y tú hermano Ricardo… él está desaparecido en combate. Ni registro, ni padrón, tarjetas de banco, historial médico, es como si se los hubiera tragado la muerte. Lo peor de todo es que no hayan intentado ponerse en contacto contigo y eso sí que me cabrea. Me jode que te hayan abandonado a tú suerte. Salvarte la vida en aquel incendio fue lo más importante de mi vida y tenerte a mi lado es lo que me da fuerzas para continuar viviendo para despertar a tú lado un día más.
-¿De verdad soy tan importante para ti? -preguntó Sara-. ¿No te molesta qué sea tan especial y qué sepa qué tengo poderes? Te has portado tan bien conmigo, tan atento a sabiendas que soy un poco loca…
-Lo que siento por ti es muy grande…
-Lo sé… -lo interrumpió Sara-. Aunque lo he pensado mucho y todos me atosiguen con la idea quiero darte un hijo y tenemos que empezar desde ya.
-No se trata de dármelo sin más. No es porque yo quiera. Tiene que ser querido y buscado por los dos.
-¿Tú crees? -preguntó Sara, susurrando al oído de éste-. Quiero un hijo tuyo, uno, dos, llenar la casa de niños… ¿Me vas a decir qué no quieres correrte todo dentro de mi?
Carmelo gruñó. Desde que le habían diagnosticado el tumor cerebral nunca había pensado eyacular dentro de nadie. Primeramente porque cuando se estaba haciendo la quimioterapia se lo prohibieron porque podía pasar al cuerpo de la otra persona y segundo porque tenía pavor a tener un hijo que heredara esa puta mierda que guardaba en el interior de sú cerebro.
-Un momento, sé que mi madre te habrá inducido a hacerlo, pero es que nunca lo hemos hecho a pelo.
-Carmelo, siempre he soñado con ser madre, pero pensaba que era muy pronto. Pero ahora quiero, a pesar de que tú madre esté de pejiguera. Gracias a lo que pasó anoche, me planteé la idea de perderte y, sé que quiero quedarme embarazada lo antes posible. Alondra me hizo abrir los ojos, me convenció de que eres el hombre de mi vida… ¿No te apetece? Lo creas o no, Carmelo quiero un hijo tuyo.
-¿Qué? -Preguntó Carmelo algo nervioso y con el corazón a punto de salírsele por la boca .
Sara no pronunció palabra. Se limitó a acariciarle el pelo despeinado mientras lo besaba.
Carmelo pensó en empujarla, en quitársela de encima, pero no pudo. No se trataba de un polvo a pelo, sino de follar en busca de un bebé. De un óvulo fértil empezando por un beso con lengua.
Sara se entregó a Carmelo sin importarle lo más mínimo las asistentas sociales que la vigilaban. Le daba igual la moralidad, los ojos abiertos y concebir en un Hospital. Desde siempre había sido una zorra Lolita ninfómana del sexo y él le daba lo que apreciaba sú cuerpo.
Olía al sudor de Carmelo.
El sudor a macho, de sú macho cabrío…
Las piernas no podían continuar cerradas, así que se sentó encima con las piernas dobladas, las palmas de sus manos quedaron en el rostro de éste mientras se continuaban besando.
Allí en aquel cuarto de baño de paredes de azulejos blancos y azules comenzó la lluvia de besos fulminantes que los llevó a tocarse y acariciarse. Sara levantó las caderas jalándose el vestido hacia arriba sacándoselo por la cabeza a la misma vez que Carmelo se bajaba el pantalón besándole el abdomen.
Élla excitaba a Carmelo y Carmelo la excitaba a ella. Más que un polvo rápido, era un polvo especial. Desinhibo y no podía hacerlo mal. La atracción que sentían no era más que la relación de tres meses y fugazmente le iba a permitir que la dejara en estado de buena esperanza.
Carmelo la cogió por las caderas levantándola en peso en el aire mientras ella permanecía con sus piernas enrolladas a sú cuerpo como un flotador con figura de una adolescente esbelta y en plena adolescencia. Sedienta de sexo, de sentir sú polla hasta el fondo. La depositó sobre la encimera de mármol del lavamanos. Estaban calientes, uno frente al otro, sin tocarse, sin besarse. Solo observándose. Sara se sintió deseada cuando Carmelo con aires de grandeza y rudo como un aborigen Guanche le arrancó las bragas haciendo honor a la fuerza bruta de la sangre Canaria que fluía por sus venas.
Quería sentirlo dentro, pero no quería que fuera un polvo rápido pero no pudo reprimir el deseo de acariciar sú torso fibroso. Así que le quitó la blusa siendo ayudada por él que elevó los brazos al cielo. Era normalito, ni tan fuerte ni tan delgado, pero para ella tenía un cuerpo exquisito.
Ambos sabían que iban a entregarse a la lujuria del amor. Iban a ser la una del otro y viceversa, iban a experimentar el mayor placer del mundo, el placer de la procreación. Se iban a entregar en cuerpo y alma. La besaba con fruición, con deseo, con una pasión desmesurada.
Carmelo comenzó a penetrarla.
-Me gusta… -dijo Sara mirando a los ojos de sú amado.
-¿De verdad… -preguntó Carmelo mirándola sonreír.
Para Carmelo, Sara era una diosa americana por parte de padre y Canaria por sú madre. Con el sujetador negro liso, ojos azules como el color del cielo y el cabello rubio ondulado por debajo de los hombros.
Sara al ver que la penetraba con dulzura, lo agarró de las nalgas atrayéndolo con fuerza. Carmelo sintió que se le erizaban los vellos de los brazos al sentir que estaba dentro de ella sin ninguna protección, la sentía al natural y profundizó en sú interior sin miedo. Sara gimió sonriendo viéndolo completamente desnudo, desde la cabeza hasta los dedos de los pies.
Carmelo tragó saliva. Quería tocar, saborear todo sú cuerpo, memorizar todos sus recovecos. Quería que fuera inolvidable. Se sentía su amo. Sara le empezó a besar el cuello haciéndolo excitar mucho más mientras la penetraba con intensidad.
Pocos segundos después, Carmelo estaba retorciéndose de placer.
-¡No pares, Carmelo! -pidió Sara arqueando la espalda hacia detrás-, ¡No pares!
Sin poder aguantar. Carmelo la penetró una y otra vez con vigorosidad. Ambos placenteros. Sara imitó sú ritmo con bruscos movimientos pélvicos. De repente ambos llegaron al final. Carmelo sintió que sú cuerpo se estiraba entre movimientos de sus músculos involuntariamente y en un gran jadeo se dejó ir en sú interior.
Fue deseado.
Fue buscado.
Carmelo escondió la cabeza entre el hombro derecho y el cuello de ésta.
Estaba hecho.
No sabía por qué, pero estaba seguro de que la había dejado preñada. No solamente por el hecho de haber eyaculado dentro sino porque llevaban varios días sin mantener relaciones:
-Tenía los huevos cargados -confesó asfixiado.
Por primera vez en la vida se sintió completo, tenía un buen trabajo, una novia guapa, casa propia y ahora de seguro iba a ser padre. Sabía que eso iba a dejar huella de sú existencia en la tierra.
La abrazó con fuerza sintiéndose el puto amo.
Se sintió cambiado, más maduro, más padre.
-¿Sabes qué? -preguntó Carmelo besando sú cuello-. Creo en la magia y en ti…
-Pégame… -dijo Sara.
-¿Cómo? -inquirió desconcertado.
-¡Qué me pegues!
-No puedo hacer eso…
-¡Qué me pegues!
-¡Qué no!
¡Imbécil! -insultó pegándole una patada en sus partes sensibles.
Carmelo se dispuso a pegarle una bofetada y extrañamente un tipo de aura envolvió la cara de sú novia. Un escudo invisible e infranqueable. La miró con asombro y se miró la mano con desconcierto. ¿Qué estaba pasando?
-¿Tengo un don o no? -inquirió Sara sonriéndose.
-¿Pero qué coño?
-Es lo que te estaba explicando…
-¿Alguien más lo sabe?
- Se supone que mis padres, mis hermanos y Alondra.
-¿Desde cuando puedes…
-¿Hacer esto -interrumpió ella sonriente al ver sú expresión de asombro-. Desde hace muy poco, creo que un año o algo así. Te he dicho que soy bruja.
-¿Buena o mala? -preguntó Carmelo-. ¡Qué idiota, claro que eres buena! -añadió.
-¿Te sigo gustando? ¿O ahora te parezco un bicho raro?
-No eres un bicho raro y claro que me sigues gustando nena -respondió Carmelo besándola con lengua-. Eso explica el asesinato de tus padres. ¿Crees qué fue debido a ese poder?
-No recuerdo mucho de donde proceden mis poderes -se sinceró-. Recuerdo muy poco de mi infancia, pero si sé que mi madre me decía repetidas veces que mis hermanos y yo teníamos un destino.
-¿Un destino? -preguntó Carmelo?-, ¿qué clase de destino?
-No lo sé…
By José Damián Suárez Martínez
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