-¡Estoy aquí! -chilló quitándose la chaqueta azul marino. Dejó a la vista la blusa agujereada como si hubiera estado en la guerra.
Sara se aproximó a la mesa sentándose en la silla de enfrente. Respiró hondo deshaciéndose de sú bolsito:
-Lo siento, tuve que esperar a que mi cuñado se fumara el porro. La verdad es que no sé por qué me odia ese niñato.
-Te refieres al hermano de tú novio?, ¿el detective?, ¿el guapo?, ¿el que parece qué no moja, pero empapa?
-Vaya que si empapa, Alondra -asintió-. Es de lo que no hay, un machista, un capullo y un jodelón. Suerte que a ti no te van los tíos como él.
-Y creo que ninguno -pensó Alondra-. Y dime ¿qué tal con tú suegra?
-Muy bien, pero te aseguro que está obsesionada con que Carmelo me deje preñada -dijo sonriéndose-. ¿Acaso me ves con barriga? ¿Crees qué tengo ganas de pasarme nueve meses preñada?
-¿Habla Sara? -Se mofó Alondra alucinada con su cambio repentino hacia la maternidad-, ¿Mi mejor amiga habrá sido abducida? ¿Estás loca? No me puedo creer que hables así. Tú siempre has querido ser madre, ¿Qué te hizo cambiar de idea? ¿Es por lo de que Carmelo tiene cáncer?
-Claro que no, tía. Eso no es nada para eso -dijo, antes de mirarse la hora en el reloj de aguja en sú muñeca derecha-. Es que… pienso que los niños vienen cuando tienen que venir y no es algo que se planee. Me daría mucha ilusión darle un hijo, pero no creo que tenga que ser una obligación.
-¿Crees qué es una obligación? -preguntó su amiga preocupada.
-Más o menos… -guardó silencio unos segundos antes de proseguir-. Es como si tuviera que quedarme preñada para darle una razón de vida.
-¿Y tú qué piensas al respecto?
-Pues creo que darle un hijo a Carmelo sería como darle una gran alegría, pero también estoy segura de que se entristecería porque la última vez el Neurólogo le dio poco tiempo de vida… -explicó enmudeciendo.
-Yo creo que deberías de darle un hijo, pienso que no deberías dejar escapar la oportunidad de hacerlo feliz. No sé como estaría yo en tú lugar pero si sé que él se ha portado demasiado bien contigo y es un buen partido. Deberías hacerlo, darle un hijo y darle la posibilidad de disfrutarlo en vida, ¿me entiendes? ¿Qué puede perder? ¿Un novio? Pero ganarías un hijo, un recuerdo de Carmelo.
Sara bajó la mirada, Alondra la notó distraída; como si hubiera una abismo entre las dos. Era sú mejor amiga y la conocía como a la palma de sú mano.
-¿Qué te pasa? -preguntó preocupada.
-Nada…
-¿Es por lo de la presión de ser madre?
-¡No!, sé que eso de ser madre es un cambio demasiado brusco para el metabolismo y te conozco muy bien -dijo Alondra-. Nos conocemos y seguramente que lo único que te preocupa mantener la figura y así poder ponerte todas la ropa que quieras.
-¡No!, no me molesta engordar un poco -musitó Sara
-¿Un poco? -preguntó recordando a sus amigas del instituto que habían quedado embarazadas muy jovencitas.
-Muy poquito… -dijo Sara, cogiendo aire para continuar-. La verdad es que no dejo de darle vueltas a lo del asesinato de esas chicas.
-¿Tú novio sigue metido en ese caso?
-Sí, pero por lo menos detuvieron a ese cabrón.
-¡Es para matarlo! -exclamó Alondra pensando alguna forma de hacerle mucho daño retorcidamente.
-No seas retorcida, Alondra. -reprochó-. La pena es que no han encontrado pruebas de que fuera él, pero por lo menos se escapó una chica, pero no quiere testificar porque sus padres no quieren.
-¿Es menor?
-Eso parece, no sé mucho del tema, solo sé que toda la policía está volcada en el caso.
By José Damián Suárez Martínez
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