1 - ¿Tú crees en Dios?

Engracia permaneció en silencio pensando en sus palabras casi irracionales. Sacudió la cabeza como si hubiera recordado algo. Vestía con una bata de algodón, el pelo corto ondulado castaño pidiendo un tinte lo antes posible y babuchas de tela peluche.
¿Qué eres espiritista?¿Cómo esas mujeres de la televisión? ¿O es que te falta un tornillo? 
Su suegra Engracia quito la cafetera del fuego apagando la Vitro cerámica. 
-Creo que está loca  -Dijo pensando que su nuera la estaba engañando.
-De verdad, ¿Crees que estoy loca? 
-No sé qué pensar … -digo, pero insegura-.No creo en esas cosas. Soy demasiado católica y creo en Dios. 
-El espiritismo no es tan malo como crees, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas - Dijo Sara con una leve sonrisa. 
-¿Tú crees en Dios? 
-Antes creía … -Dijo su nuera cogiendo la taza de café que le acababa de servir-, desde que pasó lo de mis Padres no creo en los milagros… 

El teléfono móvil de Sara comenzó a sonar. 
-Es  tú hijo -sonrió, apartándose los flecos de la cara-. Siempre me da toques al móvil cada vez que se acuerda de mí-.

Su suegra también sabía que su hijo era un pesado, No era muy celoso pero le gustaba controlar a sus novias y más a Sara. Siendo tan joven y tan guapa se la podría ligar otro. 
La verdad que para ser tan joven era una chica muy sofisticada y con un estilo muy ligerillo. Era demasiado coqueta, casi siempre vestidos y zapatos de tacón. No necesitaba usar medias porque sus piernas eran largas y cuidadas.
-¿Le has dicho eso a mi hijo? 
-No. Bueno … Sabes que tu hijo Carmelo en el fondo es muy inocente.
-Tú sabrás lo que haces…
-Eso creo …  - digo usar avergonzada, bebiendo un buche de café que preparaba su suegra con un aroma peculiar, que le recordaba a aquellas mañanas del domingo en que su Madre lo preparaba, cuando aún era niña y aún estaba con vida-. Es que tengo una sensación. como cuando sabes algo y siete forma un nudo en la garganta. ¿Sabes cuando tienes un presentimiento? 
-Cuando me des un nieto lo descubrirás -Propuso Engracia. Sin meditarlo. Parecía estar deseando Ser abuela por parte de su hijo Carmelo. 
-No de esa clase de presentimiento -dijo Sara. 
-Sí, me lo comentó mi hijo, que no querías quedarte embarazada. Pero eso es cosa de dos y veo que no estás por la labor, pero a mi hijo le hace mucha ilusión, y sólo quería anímate. 
-¿Yo embarazada? -Preguntó Sara, echándose la mano a la barriga como si le faltara algo. 
-Sí, mírate eres joven, las chicas de hoy en día se quedan embarazadas Sin estar casados. Mi hijo sería buen Padre buen compañero y se llevan bien. ¿Qué más quieres? Tiene buen trabajo, y lo cobra bien. 
-Si él quiera no me lo ha dicho  -interrumpió Sara -, ¿Has visto cosas inexplicables? Me refiero a sí te ha pasado algo qué sabes que fue real y ¿no lo dices por miedo a la reacción de la gente?
-No -Respondió ella, sentándose a la mesa-. Sólo sé que a algunas personas se le ha aparecido la virgen.

Sara recordó que su Madre una vez de dijo que tuvo un terrible accidente . Sólo tenía diez años cuando le sucedió. La casa donde se había criado estaba ardiendo y una señora la cubrió con su manto y le dijo: 
-No te preocupes, no te pasará nada. 
Ella la miró era una mujer de piel morena, de expresión tranquila y los ojos llenos de calma que la tranquilizaron. Años más tarde en un viaje que hicieron a la isla vecina volvió a verla, era la virgen de Candelaria. Subida en su trono y con el mismo aire de sosegada mirada. 
Cosas de la vida. Tal vez una ilusión. Seguro que sería alguna vecina que a causa del humo provocado por el incendio se le había manchado la cara de hollín y por eso pensaba que era morena. 
-¿Entonces no crees en Dios? -inquirió la suegra-. ¿Cómo no crees en Dios si el mejor amigo de tus Padres es cura? 
Es un viejo, pensó Sara intentando buscar una respuesta con la que salir airosa.
-Para mí sería un orgullo tener un amigo cura -dijo su suegra-. sabes muy bien que todos los domingos por la mañana voy a misa para oír la palabra del señor. ¿ sabes? 
-Sí, lo sé. 
-La parroquia del barrio pequeña, pero la paz que se respira y la manera que tiene el cura de leer la Biblia y de cantar mientras toca la guitarra no se hace pasar un buen rato a la misma vez que comulgamos. Mi marido Corujo es más dejado para esas cosas pero va, ¿ eh? Tendrías que ir conmigo Carmelo y así el cura les daría su bendición. 

Seguro que sí, Pensó Sara. Nunca pensó que le pediría a eso: ¿Cuándo tu hijo Carmelo era pequeño también iba a misa? ¿Por qué dejó de ir? Aunque sea tan contradictorio, me parece un poco locura. Él me dijo que hizo la confirmación, pero en el fondo no le gusta mucho las iglesias. ¿ no? ¿Cuándo dejó de ir a la iglesia? Él siempre dice que si no ve no cree, pero como yo la mayoría de la gente.
El semblante de su cara se volvió seco, mirando a todas partes menos a sus ojos como quien no quería la cosa. Élla siempre fue una madre preocupada por el bienestar de sus hijos, cómo se comportaban y como habían madurado y en que se habían convertido con el paso de los años. Junto a sú marido toda la vida, queriendo morir con él. Ajenos a los descubrimientos que habían hecho Carmelo y Aridane acerca de los asesinatos en cadena que se venían cometiendo en la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria desde hacía solo tres meses. Y se engañaban sobre lo que investigaban éllos.
Ya era bastante agobiante que sú mejor amiga Alondra la asaltara con esos libros de brujería y demonología y otros tantos del mundo demoníaco y los especiales de periódicos y los artículos de Internet  haciéndole ver que muchas personas han vivido lo mismo que ella.
-El párroco me ha dicho que Dios está presente en todas esas cosas sin explicación -dijo orgullosamente Engracia -, desde mi punto de vista los fantasmas no existen, pero si creo en otra vida.
-Te quiero, Engracia -dijo dándole un abrazo-. Me gusta hablar estás cosas contigo.
-Pero no hemos hablado sobre lo de tus estudios -dijo la suegra dispuesta a cuidar de sus futuros nietos-. Si quieres puedes quedarte embarazada, por mi encantada de cuidar de vuestros hijos mientras sigues estudiando.
-Ahora no quiero hablar de eso… -dijo-. Por ahora tú hijo Carmelo y yo estamos bien sin complicaciones.
-¿Entonces vas a dejar qué fallezca sin tener un hijo propio?

Ahora que tenía un novio, que había salido del orfanato y que vivía con él no quería que sú vida fuera controlada. Necesitaría una gran borrachera para dejar que Carmelo echara todo sú esperma espesa dentro de sú vagina. Se preguntó si a él le quedaría menos tiempo de vida para disfrutar de hijos.
-El tumor maligno está dentro de sú cabeza, recuerdo los días que pasó ingresado en el hospital insular de Las Palmas y como se le paró el corazón durante unos minutos -dijo Engracia entristecida-, y entonces le recé fervientemente al Señor para que no se lo llevara y sentí como si un Ángel me tocara la mano. Fue una sensación cálida y entonces los doctores dijeron que la quimioterapia le vendría bien, pero  nada. Al ver que no abría mejoría decidió dejar la quimio y darse a las medicinas naturales. Lo creas o no la medicina alternativa le ha venido muy bien. ¿Sabes lo que me dijo una vez? - Sara la miró con atención -. Me dijo que tenía miedo de tener hijos por si heredaban sus problemas, pero sé que eso le daría mucha ilusión y también sería una razón para seguir viviendo, ¿entiendes?
-Sí -dijo Sara, escribiéndole un sms a sú novio: <<Te echo de menos, estoy en casa de tú madre ¿me invitas a tomar una Coca-Cola esta tarde?
-Todavía es como si viera a cada uno de mis hijos naciendo y la sensación.
-Y los dolores… - Arguyó.
-Eso es lo de menos, además… ahora está la epirural y no se sienten dolores por ningún lado -se sonrió-. Es una maravillosa sensación de calma, alegría y felicidad. Una mujer completa no lo es hasta que no tiene a sú hijo sobre sú pecho.

De repente le llegó un SMS de Alondra como si la estuviera liberando de una conversación que le resultaba casi machista y obligatoria. Leyó el mensaje: <<Te espero dentro de media hora en la plaza de Las Ranas>>, una cita salvadora con una chica poco conservadora.
-Suegrita lo siento, pero tengo que irme -dijo Sara, guardando el teléfono móvil en el bolsito-. Es que quedé con Alondra.
-¿Dónde le digo a mi hijo que fuiste si viene a buscarte a casa?
-Dile que me llame al móvil o al de Alondra si el mío pierde cobertura -dijo Sara y huyó. 
Ni siquiera cogió la blusa de Carmelo que había ido a buscar para que se la pusiera el fin de semana para ir a la discoteca. No siguió dándole vueltas a la conversación. Bajó a la calle para coger la guagua o un taxi. Esperaba ver a algún amigo de Carmelo para ver si la alcanzaban a Triana aunque fuera.

By José Damián Suárez Martínez

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